En las calles polvorientas de un barrio olvidado, una imagen desgarradora conmueve a quienes la ven: una perra embarazada, con el cuerpo debilitado y los ojos llenos de tristeza, vaga sin rumbo en busca de un pedazo de comida o una gota de agua que le permita sobrevivir un día más.
Su vientre hinchado, que debería ser símbolo de esperanza y de nueva vida, se ha convertido en una carga pesada que arrastra con dificultad. Sin embargo, lo más doloroso no es solo su estado físico, sino la indiferencia humana que la rodea. Personas pasan cerca de ella, algunos la miran con compasión fugaz, pero nadie se detiene a ofrecer ayuda.
Cada paso que da es un testimonio de resistencia frente al abandono y la crueldad. Sus costillas marcadas por la desnutrición son un reflejo de la miseria, pero en su mirada aún brilla un rastro de esperanza: la esperanza de encontrar un corazón bondadoso dispuesto a tenderle una mano.
Las organizaciones de rescate animal advierten que casos como este no son aislados. Decenas de animales, especialmente hembras embaraz