No morí de hambre — morí por haber sido olvidado. En un rincón oscuro que nadie miró, mi cuerpo se pudrió, y nadie guardó el recuerdo de que alguna vez existí .MT

by

in

No fue el hambre lo que me mató. Fue el silencio. Fue el tiempo que pasó sin que nadie preguntara por mí. Fue el rincón oscuro donde me dejaron, como si nunca hubiera existido.

Al principio ladraba. No fuerte, no con rabia. Ladraba como quien llama a casa. Como quien espera que alguien recuerde su voz. Pero nadie vino. Nadie respondió. Nadie preguntó por qué yo, que alguna vez fui parte de una familia, ahora estaba solo, encerrado, invisible.

Không có mô tả ảnh.

Los días se hicieron largos. El aire se volvió espeso. El metal de las rejas se oxidaba como mi esperanza. Mi cuerpo, antes cálido, se volvió frío. Mis patas temblaban. Mis costillas se marcaban. Mi piel se pegaba a los huesos. Pero lo que más dolía no era eso. Lo que más dolía era saber que nadie me buscaba.

No morí de hambre. Morí cuando entendí que no importaba. Que podía desaparecer y el mundo seguiría igual. Que mi nombre, si alguna vez lo tuve, ya no vivía en ninguna boca. Que mis recuerdos no estaban en ninguna mente. Que mi existencia se había borrado sin ruido.

Me pudrí en silencio. No por falta de comida, sino por falta de amor. Por falta de presencia. Por falta de una mirada que dijera: “Todavía estás aquí.” Cada día era una despedida sin palabras. Cada noche, una tumba sin tierra.

Tòa án tối cao Hàn Quốc ra phán quyết giết chó để ăn thịt là bất hợp pháp - Ảnh 1.

No sé cuánto tiempo pasó. En el rincón donde me dejaron, no había sol. No había relojes. Solo había óxido, sombra y el sonido de mi respiración haciéndose cada vez más débil. Hasta que ya no hubo sonido.

Y cuando mi cuerpo dejó de moverse, tampoco hubo llanto. Nadie vino a cerrar mis ojos. Nadie dijo “lo siento”. Nadie preguntó qué pasó. Porque para ellos, yo ya había muerto mucho antes. Porque para ellos, yo nunca fui más que un perro. Un número. Un estorbo.

Pero yo fui más que eso. Yo fui alegría. Fui compañía. Fui parte de algo. Fui quien movía la cola cuando llegaban a casa. Fui quien lamía las lágrimas sin entenderlas. Fui quien esperaba junto a la puerta, creyendo que el amor era eterno.

Y aunque mi cuerpo se pudrió en ese rincón, mi historia no debería pudrirse con él. Porque mientras haya animales que mueren sin ser vistos, mientras haya seres que se apagan sin ser recordados, esta historia debe ser contada.

No para causar lástima. No para llenar redes sociales. Sino para que alguien, en algún lugar, mire a los ojos de un perro y vea más que un cuerpo. Vea una vida. Vea una historia. Vea una esperanza.

Porque yo no morí de hambre. Morí por haber sido olvidado. Y eso, eso sí que duele.