En la sombría escena junto a la fría vía del tren, la imagen de la perra, inmóvil, con los ojos fuertemente cerrados y su delgado cuerpo sin vida, desgarraba el corazón de cualquiera que la presenciara. A su alrededor, sus inocentes cachorros, con sus ojos claros y desconcertados, rodeaban el cuerpo de su madre, temblando y buscando desesperadamente su leche seca. Los débiles llantos resonaban como si desgarraran el cielo, implorando una mano salvadora.
En ese momento, un hombre que pasaba se detuvo. Permaneció en silencio ante la desgarradora escena, con los ojos enrojecidos. Incapaz de soportar la idea de irse, tomó con cuidado a cada cachorrito en sus brazos, buscando apresuradamente un poco de calor y vida. Esa acción fue como un fuego que calentaba la noche de invierno, trayendo esperanza a las pequeñas criaturas que parecían perdidas en la oscuridad.
Ahora, gracias a ese corazón bondadoso, los cachorros tienen la oportunidad de seguir escribiendo la historia de su vida en brazos amorosos. La escena, antes trágica, se convirtió de repente en una cálida canción sobre el amor y la compasión humanos.