Encontrada en un rincón polvoriento, con el cuerpo exhausto y la mirada apagada, esta madre perrita ya no podía moverse. Su cuerpo estaba débil, maltratado por el hambre, el calor y el abandono. Pero cuando los rescatistas se acercaron, no intentó pedir ayuda para sí misma.
En cambio, con lo último que le quedaba de fuerza, empujó suavemente a sus cachorros hacia los rescatistas, como si dijera:
“Llévenselos… no importa lo que me pase a mí. Solo sálvenlos.”
Los rescatistas no pudieron contener las lágrimas. Ella apenas podía respirar, pero seguía luchando con el corazón de una madre. Uno de los voluntarios comentó:
“Nunca había visto algo así. No pedía comida. No pedía cariño. Solo suplicaba por sus hijos.”
Después de asegurarse de que sus cachorros estaban a salvo y en buenas manos, la madre cerró los ojos para siempre. En silencio. En paz.
Su última acción fue de amor puro.
Ahora, sus cachorros están sanos, adoptados y creciendo en hogares llenos de amor. Pero nadie olvidará jamás a la madre que dio todo, incluso su vida, por ellos.
Descansa en paz, mamá perrita. Tu amor fue más grande que la vida misma.