En la desoladora escena de un edificio abandonado, la imagen de un perrito temblando, con el cuerpo cubierto de barro, el cuello ensangrentado y los ojos mirando hacia arriba como si implorara un milagro, rompió millones de corazones. Nadie sabía lo que había sufrido; solo su cuerpo flaco, sus patas temblorosas y sus pequeñas manos juntas, como si suplicara por su vida.
Dicen que los ojos de un animal lo dicen todo, y en esos ojos se refleja el miedo, el deseo de ser amado, de sobrevivir un día más en este mundo cruel. Quizás alguna vez tuvo un hogar, alguna vez alguien lo acarició, hasta que lo abandonaron entre las ruinas sin que nadie se preocupara por él.
La foto se viralizó en las redes sociales y provocó una explosión de emociones en la comunidad virtual: miles de comentarios rogando por su rescate, varias organizaciones de rescate acudieron con la esperanza de llevarlo a casa para recibir tratamiento. En medio de la oscuridad de la crueldad, esa imagen fue como un grito de auxilio, el grito silencioso de una pequeña criatura luchando por vivir, por sentir una vez más el abrazo de la humanidad.