Abandonado en un rincón oscuro y helado, este pobre perro había dejado de luchar. El enorme tumor en su cuerpo le robó la fuerza, el hambre, y poco a poco, también la esperanza. Nadie lo escuchó cuando gimió de dolor. Nadie se detuvo cuando su mirada, llena de miedo y tristeza, buscaba una mano amiga. Solo el silencio lo acompañaba, mientras su respiración se hacía cada vez más débil.

Su cuerpo estaba cansado, cubierto de polvo y heridas, pero sus ojos… aún reflejaban una chispa de vida, una súplica muda: “Solo quiero descansar sin dolor, solo quiero que alguien me vea antes de irme.” Aun en medio de su sufrimiento, no había odio, solo la tristeza de quien amó a los humanos más de lo que ellos lo amaron a él.

Los días pasaron y la noche lo envolvió como un manto frío. Cada latido era más lento, pero su alma seguía esperando un milagro. Un corazón que no se rindió hasta el último momento, creyendo que en algún lugar del mundo todavía existía la bondad.
![]()
Que su historia no sea olvidada. Que su dolor sirva para abrir los ojos de quienes pasan de largo. Porque detrás de cada vida abandonada hay un corazón que alguna vez solo quiso amar… y no morir solo.