En medio de una calle transitada, la imagen de un perro flaco conmueve a muchos. Su cuerpo es solo piel y huesos, se le cae el pelo, hay úlceras por todas partes, el olor a sangre y pus es intenso. Cada paso tiembla, débil como si estuviera a punto de derrumbarse en cualquier momento. Sin embargo, en lo más profundo del dolor, aún agacha la cabeza buscando cualquier resto de comida, con la esperanza de prolongar su vida.
Nadie sabe cuántos días de penurias, abandono, frío y hambre tuvo que soportar. ¡Pero ocurrió un milagro! Un grupo de voluntarios lo encontró a tiempo y lo llevó a recibir tratamiento. Las lágrimas brotaron cuando una mano suave lo acarició, cuando le pusieron el primer tazón de arroz frente a él. Tembló, sus ojos se llenaron de lágrimas como si quisiera dar las gracias.
El camino hacia la recuperación será largo, pero ese perrito ahora tiene la oportunidad de vivir, rodeado del calor del amor. De la desesperación, recibió fe y esperanza: la prueba de que un poco de amor puede cambiar un destino.